Como la vida misma.

"La transparencia puede ser la innovación más disruptiva y de mayor alcance que se desprenda de las redes sociales". (Paul Gillin)

Hace tiempo que no paso por aquí. Tenía que decidir el porcentaje de tiempo dedicado a cada espacio, entre este blog y el primero que monté y que me ha acompañado en toda mi vida como bloguera. En éste dejo entrever algo de mi lado más oscuro, el más canalla que también gusta a ciertas personas que conocen mi identidad. Suele pasar que cuando en tu vida real, tus gustos sexuales van por otros derroteros de tus círculos sociales, de algún modo, te ves obligado a llevarlo un poco en silencio. Como si eso fuese algo malo. A mí me jode. Pero si lo llevo con discreción es porque no estoy dispuesta a ser la comidilla de mis vecinas en la cola del supermercado. Tampoco en las reuniones familiares en las cuales me pregunten por detalles morbosos de mi vida sexual en lugar de que pregunten por los estudios de mis hijos, el trabajo o la salud de mi padre. A veces las cosas son mucho más sencillas de lo que pretendemos ver, con ese enfoque sometido al acondicionamiento de lo que nos imaginamos de los demás. Y yo hace mucho que aprendí a ser yo misma y pasar de opiniones ajenas. 

Volviendo al tema del tiempo dedicado al blog. No sé cómo lo hacen otras personas. Me refiero a tener muchos blogs y llevarlos al día. Ya ni te cuento si nos referimos a esos perfiles con la misma persona detrás, que trata de que no se la descubra y que realmente lo hace bien, porque lleva años en el mismo barco y aunque a veces haga aguas se va reinventando. Honestamente no tengo ni puta idea de cómo lo hacen, pero me quito el sombrero porque yo soy incapaz de llevar los tres que tengo. Sí actualizo el de mis trabajos, dejo el personal detrás, y si me dedico a ese... éste pasa a un segundo plano. Y el caso que a mi me gusta escribir, disfruto contando mis experiencias y mis puntos de vistas, pero no me gusta que se convierta en una obligación. 

Por eso cuando puedo vuelvo también por aquí. Lo dije en otro post, que este perfil se quedaba más bien supeditado al trabajo de cuidar de la perrita que Mayo me dejó encargada de cuidar. Hace diez meses cuando por motivos de trabajo tuvo que irse fuera, me pidió que cuidara de este hombre hasta su vuelta. Y aunque tuve mis dudas, sobre todo porque estábamos en un momento de la relación conflictiva por sus devaneos ciber y porque él tiene una doma más sádica y yo no, le dije que me lo pensaría, que primero tenia que hablar claramente con la perrita y que según viera ya haría luego. Me preocupaba no estar a la altura de las necesidades de una persona masoquista, porque mi experiencia en la dominación sexual va de la mano de mi propia personalidad, y en ciertas cosas no me caso con nadie. 

La cuestión es que antes de irse Mayo, me lo presentó y tuvimos una primera toma de contacto. Acepté el quedarme con él hasta su regreso y han sido diez meses cargados de sorpresas, a menudo de cuestionarme si lo estaba haciendo bien, pero cuando hoy la perrita me ha dado las novedades de sus vacaciones, he sabido que después de todo no lo he hecho tan mal. Es más, en alguna que otra ocasión, ya Mayo se ha encargado de recordarme que es mi lado más humano lo que quiere para este proyecto suyo, aunque su finalidad sea la de deshumanizar a la perra cuando esté en horarios de servicio. Que es una de sus conminatorias más peculiares como dominante. 

Los últimos quince días este señor, la perrita, ha pasado desvinculado de la doma. Y el tiempo que le dedicaba yo a ésta, me ha servido a mí para poder escribir más en mi otro blog y volver de algún modo a mis inicios. Le di dos semanas completas de libertad, exceptuando las dos pautas que Mayo le tiene impuestas. Para mi sorpresa, no solo las ha cumplido, sino que al contarme las experiencias que ha tenido, superando uno de sus complejos sexuales, me he sentido orgullosa de ser parte de ese proceso de superación. Es curioso como ciertos temas siguen siendo tabú en generaciones anteriores a la mía. Por suerte las nuevas lo tienen mucho más fácil. Mi perrita de dos patas tiene trece años más que yo. Pero cuando me contó su historia, sus inquietudes desde la juventud con el tema de su inclinación sumisa. Las manos por las que ha pasado y lo que le han hecho... en fin. Tuve claro que el tiempo que pasara con él le enseñaría a ser mejor, a aceptarse tal cual es, y a no ser victima involuntaria de tanta depravada hija de puta que anda suelta por la red. Mujeres que se las dan de lo que no son, sin tener un ápice de empatía con aquellos que confían su sexualidad, junto a sus anhelos y todas sus debilidades a sus dominios. Hombres y mujeres que bajo el anonimato, o no. Bajo el amparo de unas cuantas normas aprendidas con las que no comulgan. La facilidad que dan las comunicación y el ciber sexo, piensan que todo el monte es orégano. Y se creen en el lado de la autoridad y el conocimiento, sometiendo a otros menos espabilados o que simplemente se reinventan porque no encuentran alguien mejor junto a quien poder experimentar su lado más reprimido. 

Como la vida misma, resulta que en un mundo de ciegos, el tuerto termina siendo el Amo. Dominando las situaciones que otros no alcanzan a ver. Y en medio de ese circo me encontré yo un día, la más cafre de las defensoras de las causas perdidas, tratando de aportar mi granito de arena donde veo una injusticia. Me decía mi perra que en toda su vida, nunca había estado tan bien como está ahora con sus Amos. Sé que es la verdad, porque su lado masoquista ha encontrado en el sadismo de Mayo su horma del zapato. Y yo estoy para la parte más emocional. Porque el dominio de las emociones y los miedos es mi  habilidad más certera, me gusta perfeccionar las técnicas de dominación desde dentro. 

Llegan tiempos de cambios, en breve, Mayo se volverá a hacer cargo de él. Nos volveremos a encontrar cara a cara, sesionaremos con nuestra perra. Y cuando nos quedemos solos trataremos nuestras cosas personales. Por fortuna nunca hemos sido una pareja convencional... ni lo seremos. Pero somos la pareja perfecta para ciertas cosas, que otros, nunca abrirán los ojos lo suficiente como para entender. Y es que a menudo... las historias más reales son aquellas que se cuentan sin tantos recursos literarios. Carecen de tanta sinestesia. De prosografía inventada, que no concuerda con los rasgos reales del protagonista. O de una alegoría erótica cansina y opaca llena de sombras y grises. 

Lo dicho, a este lado o al otro, nos seguiremos leyendo... jejeje...