EL HOMBRE PERFECTO.

"No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la necesidad de la protección de un padre". 
(Sigmund Freud)

El fin de semana ha sido de hospital. La primera hora de espera en urgencias mi padre aun lo era. Según fueron pasando los minutos, empezó su proceso de metamorfosis y por ende el mío vinculado al suyo.

Por la mañana mientras desayunábamos juntos como hacemos cada día me dijo:  

 ─Ahora cuando acabemos me vas a cortar el pelo un poco y la barba. 

El  bocado de tostada se me agarró a las amígdalas como una lapa a las rocas. No pude tragarlo. Ese tipo de frases ya las conozco viniendo de él y lo que en verdad vienen a querer decir es: "Houston tenemos un problema".

  ─A ver, cuéntame qué pasa   ─le dije con la voz aun atorada porque ya se me había cerrado el gañote del todo─  papá me lo vas a contar o qué. 

Y entonces me dijo que llevaba días orinando sangre, pero no me lo había dicho para no preocuparme. 

  ─¿Y para qué no me preocupe te callas una cosa así? Grgrgrgr... viejo... no te doy una colleja porque si lo hago ahora con la mala ostia que me ha entrado, te arranco la cabeza. Anda, termina de desayunar que te voy a arreglar y ya estamos en el hospital cagando leches. 

No me llevó a contraria, mala señal. Así que me metí dos Lorazepam debajo de la lengua antes de salir, me iban a hacer falta. Mi padre, su alzhéimer y las urgencias de los hospitales no hacen buena combinación con el nivel del estrés que llevo estos días. Y como era de esperar, cuando la situación empezó a complicarse, al menos ya tenia mi ritmo cardiaco en estado zen. Al menos no mataría a nadie. 

Mi padre aun no quiere que lo bañe y trata de ser todo lo autónomo que puede. Claro que tiene días y días. A veces hace cosas muy imprudentes que escapan a mi control y mira que yo estoy siempre bastante encima de él. Ya en el hospital y mientras esperábamos que saliera su número en pantalla, le decía que no podía ocultarme cosas así. Y me sale con que se quiere morir ya. Entonces con intención de quitarle asunto a la situación, le reprocho en broma que me parece muy bonito que diga eso. Que si lo que quiere es dejarme sola como mamá con toda la papeleta familiar, que avise antes para salir por patas a tiempo yo primero. Se ríe. Yo no le termino de ver la gracia al completo, pero el se ríe a carcajadas. Le pregunto de qué coño se ríe y no me lo puede decir hasta que no deja de reírse, vete a saber lo que estaba pensando todo ese rato, o si entendía ya, lo que le trataba de decir. Total que al final cuando ya pudo hablar me dijo:

  ─Anda que vas a estar apañá como yo me muera. La verdad es que quiero hacer como mi rubia. Pero luego veo el panorama. El chorro de inútiles que tienes alrededor y me digo a mi mismo que tengo que aguantar por mi gordita, que no te puedo dejar sola del todo. Y que tengo que durar hasta que tus hijos y los niños de tu hermana estén más espigados. Porque el muerto te va a tocar a ti sola, y ahora por lo menos aunque yo también te doy porculo, por lo menos la paguita nos da para comer y que tú nos cuides a todos sin tener que ir también a trabajar. Para que se coman mi paga los cabrones del gobierno, que se la coman mis nietos. 

Y después de escuchar su casi mitin paterno gubernamental, se me cayeron los palos del sombrajo encima y dí gracias a que mi lado más tonto ya estaba equilibrado con el efecto del ansiolítico. No sabía si reírme o llorar, así que entré de lleno en fase metamorfosis ultra. Convirtiéndome en ese ejemplar de bisonte que está a punto de enfrentar el invierno más duro. Me apreté bajo la capa de piel y grasa y que lleguen las heladas y tormentas. 

  ─Ay mi viejo, míralo como mira por su grande  ─le doy un achuchón y unos pocos de besos exagerados y sonoros en la cabeza y él me aparta a manotazos. 

  ─Quita coño, que pareces tonta, no ves que nos miran. Se van a pensar que soy un viejo chocho con la cabeza perdida. 

Me reí por fuera mientras lloraba pa' dentro. Preguntándome cuánto sería capaz su cabeza de mantenerse allí conmigo en ese estado. Ni media hora más tarde empezó el vendaval. Ya se quería marchar. Y ese bucle de agresividad en que entra su cabeza comenzó a dar señales. Traté de que lo atendieran lo más rápido posible, explicando a la doctora que le tocó, su problema de agresividad cuando entra en bucle. Pero las urgencias y lo que tenían que hacerle a él, no ayudaba. 

La siguiente hora empezó el tira y afloja más intenso, el "vámonos", el cagarse en Dios y en todo el santoral católico, que para no gustarle las cosas de la religión, vaya si se acuerda de gente del gremio. Luego empezó con los "que no me callo", los "no bajo la voz porque no me sale de los cojones", "el que tenga más huevos que yo que me intente callar", "la próxima vez no me engañas pa' traerme aquí". Ni me molesté en recordarle que había sido él quien me lo había pedido. Yo caminaba desde hacia rato bajo la piel del Búfalo, sintiendo el azote del exterior y apretándome por dentro. Visionando todas las imágenes que tengo guardadas dentro de mi, de tiempos pasados, cuando era una niña y él mi hombre perfecto. El más guapo, más listo y más fuerte... mi lugar seguro del mundo. 

Después de sondearlo y hacerle el primer lavado, cuando salió de la sala de enfermería ya se había ido del todo, mi padre ya no estaba. Había insultado y maldecido a toda mujer con bata que lo atendió allí dentro, gritado que él no era un mono de feria y que no podían hacer con él lo que quisieran. Me lo dejaron en una camilla tumbado y lleno de tubos entre sondas y sueros, en un pasillo atiborrado de más usuarios esperando su turno. Estábamos bajo un cartel que decía que no se podían estacionar carros, ni camillas en el pasillo. Puta ironía, pensé. 

Todos los allí mal aparcados y sus acompañantes pendiente de nosotros desde que mal estacionaron a mi viejo. Mi cabeza tratando de no soltar un: "qué cojones miran ustedes, nunca han visto a un señor mayor con demencia senil". Por desgracia mi locura no da para tanto y me tuve que conformar con algo más suave. como respirar y dejar que cada cual piense lo que quiera. Por suerte que yo me meta bajo la lengua dos Lorazepam es para mi SNC como si me comiera un caramelo Sugus. No me duermo, ni me atonta, solo me da el equilibrio para no matar a nadie. Mi capacidad de razonamiento sigue a mil y también mi concentración, me ayuda a contener las taquicardias y poco más. Así que me guardo lo que deseo decir a todo gilipollas que no deja de mirar y murmurar y me pongo en guardia cuando advierto que vienen a ponerle una inyección. Mi padre seguía disparatando.

 ─Perdone, eso que va a ponerle qué es  ─como suponía era un calmante, la enfermera de casa es mi hija, pero yo tengo la experiencia de treinta años viviendo entre enfermos y hospitales ─ qué tipo de calmante, a mi padre no se le puede poner ningún tipo de relajante.

La enfermera no me deja terminar la frase, me dijo con un tono no muy amable que lo había mandado la doctora porque está muy alterado, para relajarlo y ver si dormía un poco mientras el lavado que le habían dejado hacia su trabajo. Por lo visto dentro había tratado de pegar a alguna y estaba formando mucho jaleo. Le dije que no, que hasta que yo no hablara con la doctora no se le pinchaba nada. Que si era necesario lo inmovilizaran, pero de pinchar nanay. Y me cuestionó esa autoridad mía por encima del protocolo de la doctora. Entonces me salió la gitana y le imperé que yo soy la cuidadora de mi padre y nadie mejor que yo, sabe que le viene bien y que no. Como los tonos se nos fueron a las dos, salió al pasillo la doctora tratando de calmarnos y le pregunté si ha visto el historial de apnea de mi padre. Tiene terminantemente prohibido los relajantes, vamos que si le llegan a poner lo que le iban a inyectar se lo cargan. 

En casa, las pataletas de mi padre, sus berrinches, insultos y demás, me los trago yo con estoica resiliencia, porque si le ponen algo para relajarlo ya me han advertido que le acortaran la vida en sobremanera. Pero como es mi padre y deseo lo mejor para él, me jodo mientras tenga salud y fuerzas para contenerlo. Así que no permito que se me cuestione en lo relacionado a ese tema, por muy bien que haga su trabajo un especialista. En este caso no conocían a mi padre, ni sus porqués y yo no permito esos fallos con lo que considero mío, me sale la hembra territorial. Al día siguiente busqué a la enfermera para pedirle perdón, me respondió peor que la mañana anterior. Así que en lugar de disculparme le arreé verbalmente una de mis frases cargadas de veneno y con toda la frialdad que soy capaz de gastar cuando uso mi rol dominante. Una de esas que no admiten replicas. A tomar por culo. Me quedé en la gloria. A veces hay gente que no merecen nuestros gestos de respecto, ni actos de educación para con ellos. 

Se quedó en observación esa tarde y solo cuando la noche y la soledad de la calle me amparó, dejé ir al búfalo y de nuevo me convertí en niña. La sala de espera de observación del hospital estaba llena. Había varios accidentes de trafico ese día. Y los familiares de los ingresados se agrupaban por familias. Yo para no variar estaba allí como la una en punto. Sola. Me salí a la zona de los aparcamientos y comencé a caminar alejándome hacia la autopista. Luego me senté en un bordillo del suelo y me harté de llorar hasta que me dolió tanto la cabeza de hacerlo que se me quitaron las ganas de seguir llorando. 

Volví a la sala de espera. Moví un sillón de cara a la pared. no me apetecía ver a nadie y claro, aquello estaba como cualquier garito un sábado noche. Me sonó el móvil. Era mi hermana preguntando si quería quedarme en casa con los niños y ella se iba al hospital. Tiene cuatro enanos, ni de coña.  Ya me quedaba yo allí.  Total. Mi hija también quiso ir, le dije que tampoco. Había hecho turno de 24 horas, así que no. Luego envié un mensaje a mi marido: "Estoy bien, no necesito nada" lo dejó en visto. Lo último para lo que usé el móvil fue para enviar un email: "Estoy en el hospital con mi padre"... Tampoco hubo respuesta hasta la mañana siguiente. Definitivamente el hombre perfecto estaba amarrado en una cama de hospital y cagándose en todo cristo andante. 

Aunque hubo un tiempo en que ese hombre limitado era capaz de lo imposible por su niña. No olvido los momentos en que no hacia falta decir nada para que él actuará adelantándose a mis necesidades. Muchas fueron las veces que ya siendo una mujer y el un hombre mayor, me lo encontraba al volver del trabajo con un paraguas en la cancela de casa abriéndomela para que yo no me mojase entrando y saliendo del coche para abrir y cerrarla. Son esos pequeños y grandes detalles los que hacen a un hombre perfecto. Aun no he encontrado uno igual. Capaz de estar pendiente de mí de esa manera. Y es que los hombres, cuando de verdad sienten algo como parte de si mismos, lo demuestran sin palabras y sin tantas tonterías. Son sus hechos los que cuentan, al menos para mí, que he tenido la fortuna de sentirme cuidada y protegida por un hombre que siempre me ha tratado como suya, una parte de si mismo. Sé que cuando ya no esté, seré un búfalo huérfano, sin manada y sin un macho alfa que me proteja. Cuando el hombre perfecto se marche, nunca más podré ser niña. Aunque hace años que ya no puedo serlo porque he heredado el mando de un clan sin alfa. Ahora, a veces, todavía... tengo momentos en que mirándole a los ojos siento mi lugar en este mundo. Pero cuando "el hombre perfecto" ya no esté. Entonces solo quedará Megan y ella no dejará títere con cabeza. 

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