Sábado sin polvete.

“La libertad es incompatible con el amor. 

Un amante es siempre un esclavo.” 

(Madame de Staël)

Es el momento de salir de caza. A estas alturas el insomnio se cura a golpe de pelvis y no de Lorazepam... y necesito descansar. Una primera oteada a las cafeterías de la zona norte de la ciudad, a menudo los mejores polvos surgen de cafés improvisados. El café suaviza la invectiva cuando solo se trata de sexo, es un buen preliminar, tampoco soy la hembra primitiva de Cromañón. Aunque reconozco que me gusta dejarme de tontearías he ir directa al grano, agarrarlos del pelo (o de las orejas si son calvos y arrastrarlos a mi caverna) sin embargo he de vivir en una sociedad encasillada en protocolos de educación, donde se cambian los adjetivos y se disfrazan los actos, de modo que queden mejor de cara a la galería. 

Le veo de casualidad, está sentado justo una mesa más arriba. Solo. Lee el periódico; sonrió, para mi a esas horas ya es ir con atraso. Me gusta como viste con ese aire de ochentero. Descarto al resto. Ya tengo presa. Le abordo, total, si se asusta no me interesa, porque lo que tengo en mente no es para toda la vida, me vale con el sábado noche y quizás la mañana del domingo. Le pregunto si le apetece un café en compañía. Para mi sorpresa me hace la misma pregunta con un cambio gramatical. Vaya. El tío es borde de cojones. Mejor, eso me pone más. No jodas... encima es listo, o lo aparenta muy bien. Porque me lee el pensamiento y me dice que no me lo voy a creer. Normal. No me creo ya ni a dios con el cortejo celestial bajando del cielo por unas automáticas. Y añade que estaba a punto de preguntarme lo mismo cuando me ha visto levantarme de mi sitio. Vale, lo dejamos en tablas. Me invita al primer café y yo al segundo, que somos modernos aunque de otra generación. Ya hace mucho que renuncie a los hombres de antes, claro que parte de la culpa es mía por caparlos de antemano.

Conversación amena tras un breve tanteo de cazadores. Curiosamente no soy la única cavernícola de la cafetería. El polvete hoy está en el horno, por fin dormiré un par de horas con sobredosis de oxitocina. Dos cafés y nos damos una vuelta, la conversación sigue fluida, eso me gusta, normalmente no suelo bajar las defensas, no si tanteo el terreno. La siguiente parada es en un pub de esos que yo nunca entro porque la música que ponen ni me gusta, ni la entiendo. Nos quedamos en la barra. No me sorprende. Yo soy de barras. El de bailar con una sola pierna. Lo descubro al invitarlo a bailar. Tengo una teoría en pruebas, los que saben bailar también saben follar. 

Será cabrón. Me dice que baile sola y que él me mira desde la barra. Es hora de demostrar que se hacerlo muy bien. Con y sin guarda espaldas. No tengo ni puta idea de quienes son los que cantan pero suenan bien. Me arrastra a otro lugar, a otro momento, a otra yo. Cierro los ojos y me dejo llevar. Por un instante soy Dorothy al desnudo. Bailo como si no hubiera un mañana fundida en la melodía. 

La hostia que porrazo. Estoy en el suelo. ¿Cómo demonios estoy allí? Él está a mi lado riendo sin contemplaciones y tratando de levantarme del suelo, dice algo de llevarme a un lugar más tranquilo... la madre que me parió... pero qué cojones me está pasando. Cierro el portátil, este tipo tiene un peligro. Me da que es mejor que ni me acerque, recuerdo cómo he terminado la última vez que no acuché a mi instinto. 

Cromañona uniceja. No me cabe nada en medio. Puta noche de insomnio y toda paseándome por esa tesis que escribió entre líneas sobre su mujer perfecta. Debió de ser la nota más alta de su promoción, fijo. Una foto dice... los cojones. Voy a ser buena y le dejaré que siga idealizando, total, tampoco es de los que se enamoran. Que me imagine como mejor le venga. Ya sabe que no soy pelirroja, sino con el 40% de pelo que me queda blanco. No, joder, no se me cae el pelo, es que lo llevo rapado porque me gusta... y si fuera lo primero qué pasa. 

De momento no le diré que mido un metro setenta y que no soy delgada. Mas bien gordita y buenorra, con curvas y grandes tetas. Justo lo que no le gusta y que además voy tatuada, jejj, de cuando solo los duros lo hacíamos y no por moda. Ah, y llevo piercings, varios, incluidos el septum. Como para enviarle una foto ahora vamos. 

Ya me veo el próximo sábado "apatrullando" la ciudad. Jejeje...