Estados.

 "El deber es un dios que no consiente ateos"

(Víctor Hugo)

Hoy ha sido uno de eso días de mierda en que la lucha por imponer un estado me ha dejado agotada. Hace días que entré en esa fase en que el llanto no tiene lugar y el dolor que lo sabe, se reitera reclamando mayor parte. Dicen que llorar no sirve de nada, a mi siempre me hizo bien, no me hace sentir frágil, sino humana y mujer. En mi mundo donde el deber lo es todo, a menudo echo de menos ese momento de fragilidad que me iguale a otras, sin embargo yo nací para ser guerrero no hay Credo que me ampare. Ni hombre que me preceda... esa es la verdad. 

No. No me arrepiento de haberlo intentado. En mi no existe este verbo pronominal, arrepentirse nunca es una opción. Prefiero todas las conjugaciones posibles del verbo aprender. En cinco años y medio he conjugado muchas, casi todas las repetiría junto a él, de no ser porque la verdad solo tiene una forma de ser aprendida. Necesitaba solo una, comprobar que era digno de mi sumisión y un hombre capaz de llevar el mando. Era lo único que realmente podía darme que yo no consiguiera por mi misma. Ahora ya, eso no es viable, se lo di todo, hasta mi fe. La luz del conocimiento no hay matiz que la oscurezca.  

Admito mi parte de culpa, una mujer de mi índole no cabía en ninguna de sus técnicas de dominante, bien lo sé. Pero debió dejar que me marchara. No intentar retenerme mientras faltaba, a escondidas, a uno de mis principios más radicales. No se debe tocar los corazones humanos con ligereza. Follar no es sinónimo de enamorar. Algunas personas no conocen la magnitud y el significado real que conlleva el segundo verbo en contrapunto al primero dentro de una relación como era la nuestra. Los dominantes que cazan, lo sabemos, y es un deber tocar sin invadir, dejar que la otra persona elija sin influir en sus estados, sin coaccionar su fragilidad. Todo lo demás para mi, es usar a las personas con deshonor y no lo tolero. 

Volver con él sería asumir el mando y para eso ya tengo un marido al que proteger. Una familia que llevar adelante y una vida propia que dirigir. No quiero ni una responsabilidad más. Quiero que el día que por fin pueda respirar y dejar atrás todas las que me atan a este suelo... pueda saltar sin miedo y si he de hacerlo a otros brazos... saltar sin dudas... saber que me pueden sostener con mayor firmeza que mis propios pies. 

Y aún teniéndolo tan claro mis estados me la juegan, se disparan como las bolas de un billar en un primer saque. Dispersas sobre el paño, esperando la jugada perfecta. Ahora que lo pienso, tampoco encontré nunca rival en la mesa de Pool.